domingo, 26 de mayo de 2013

El primero en dar oxígeno a la página difamatoria, después de su propio autor, fue Ignacio Escolar, a quien mi presencia polémica en sus foros resultaba embarazosa y no veía el momento de despacharme. Puesto que era el año 2005 y, pese a tener un elevado concepto de sí mismo, todavía no lo habían hecho director de nada suficientemente grande, ni tertuliano, ni mejor periodista de su generación (era tan sólo un humilde pero prometedor premio Porquet), temía parecer autoritario censurándome en su agorita por discrepar con argumentos contra la línea de pensamiento dominante, o más bien línea única.

Escolar es una persona muy cauta, acostumbrada al tanteo y a las zancadillas. Con la edad y los laureles fue perdiendo el tacto y abandonando el decoro, aunque quien tuvo retuvo. Le resultó providencial, pues, que una página creada semanas antes hablase mal de mí para recomendar a la sumisa tropa que no me contestara, ya que había quedado probado que yo era un troll, o lo que es lo mismo, un indeseable. Enlazó esta página en su foro, para diversión de los presentes, y fingió sorprenderse cuando no tuve palabras amables para él por esta causa. Así que, aprovechando un mensaje en el que me burlaba abiertamente de su vanidad y estratagemas deshonestas, decidió prohibirme el acceso a su foro y a su blog in aeternum.

El post donde se mostraba un vínculo que dirigía a la página atentatoria contra mi honor fue eliminado motu proprio por Escolar, si bien varios meses más tarde, a comienzos de 2006. También yo retiré mis burlas en justa reciprocidad.

Después de Escolar, y obviando el caso Menéame, sólo se hicieron eco de la página unos cuantos bloggers de pacotilla y un número considerable de comentaristas, espoleados por el brioso Prévôt y envalentonados por el aval que los anteriores habían prestado a sus contenidos en sus respectivas webs.

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